Si has pasado toda tu vida identificándote con lo que sea que esté pasando por tu mente, el cambio no será un proceso de la noche a la mañana. Lleva tiempo empezar a familiarizarse con tu mente y «recablear» cómo funciona. Ser capaz de reconocer las creencias limitantes comunes y reemplazarlas con creencias más productivas e iconoclastas es la clave. Por ejemplo:
En lugar de: «No podemos hacer [la idea que te apasiona] porque la junta no lo aceptará».
Inténtalo: «Esta idea es genial. Estoy emocionado de tratar de transmitir sus méritos a la junta y compartir mi creencia en su potencial.»
¿Y si lo das todo y la junta aún no lo acepta?
En lugar de: «Fue una estupidez pensar que [la idea que te apasiona] era una buena idea. Ahora la junta es escéptica de mis habilidades. Voy a jugar a lo seguro en el futuro.»
Inténtalo: «Es lamentable que la junta no haya visto los méritos y el potencial de esa idea, pero yo sí, así que me alegro de haber luchado por ella. Los miembros de la junta no siempre son receptivos a las nuevas ideas, pero esa no es una razón para evitar perseguirlas por completo. El hecho de que no estemos avanzando con esta idea en este momento no significa que no vaya a tener otras grandes ideas en el futuro que le gusten a la junta».
Cambios de mentalidad como este abren todo un nuevo mundo de posibilidades, ya que liberan a tu mente de algunas de las restricciones que antes le ponías por creencias poco útiles. Permitirse jugar de forma menos «segura» puede ser difícil al principio, pero vale la pena. Recuerda: algunos de los más grandes iconoclastas han visto rechazadas sus ideas, pero eso no les impidió perseguir lo que les apasionaba y lograr cosas increíbles.
Un ejemplo obvio es Steve Jobs, quien volcó todo el paisaje digital varias veces. Incluso después de mostrar un inmenso éxito en los primeros días de las computadoras Apple, Jobs fue expulsado por su junta directiva, sólo para ser reincorporado después de que la empresa se desplomó a través de la tenencia de dos sucesores altamente acreditados. Apple estaba perdida sin él porque su visión y éxito no estaba dictado por los resultados trimestrales, sino por la forma en que podía cambiar el mundo.